viernes, 28 de septiembre de 2012

Fernando Arranz. La fuente de los deseos.



En la plazoleta de calle 48, 5 y Diagonal 80, frente a la Iglesia San Ponciano se levanta una fuente revestida de cerámicas conocida popularmente como “fuente de los deseos” pero que en realidad hasta 1980 no poseía nombre alguno y por eso oficialmente se le puso el nombre de su creador: Fernando Arranz.

La fuente, inaugurada en 1931, presenta en el cuerpo central cuatro relieves cerámicos, dos de ellos con temas andinos (masculino con cactus y ñandúes y femenino con llamas), y dos temas criollos (hombre con un caballo y el otro una mujer con plantas de maíz) que contrastan con la cerámica tipo Talavera de la Reina dando como resultado una mixtura de características únicas.

La fuente  presenta cerámicos decorados y otros lisos en diversas tonalidades y colores, que al combinarse con exquisito gusto y refinación logran un acabado artístico de las figuras y motivos representados.

El basamento consiste en tres fuentes octogonales concéntricas y de altura decreciente del centro hacia fuera; las dos interiores están recubiertas con cerámicos que representan motivos florales una, mientras que la otra tiene montañas y nubes esquematizadas. La externa estába cubierta por cerámicos de color rojo con bordes azules y actualmente, inexplicablemente, se encuentra recubierta de cerámica terracota industrial.

Adyacentes a este basamento se levantaban tres bancos, también revestidos de cerámicos los cuales no pertenecían al conjunto originalmente sino que fueron agregados con posterioridad y que en la actualidad ya no existen. Fueron derribados en la última remodelación donde se le agregó a la fuente un enrrejado que desprporciona el juego volumétrico concebido originalmente.

El autor de esta obra fue el español Fernando Arranz, nació en Madrid el 23 de diciembre de1897. Se inició a los 14 años en el taller del maestro segoviano Daniel Zuloaga, renovador del arte cerámico de su época. Posteriormente Arranz se traslada a Talavera de la Reina, donde mejora su conocimiento de técnicas tradicionales de esmaltado y torneado.


Realizó exposiciones en Europa, y en 1928, beneficiario de una beca, cargó sus cerámicas y viajó a Buenos Aires. Ya no se iría más de nuestro país donde continuó diariamente creando sus piezas pero también ejerció la enseñanza entre 1933 y 1937 como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes y, en 1937, contratado por el gobierno provincial do Córdoba creó la primera escuela de cerámica que tuvo el país. De allí en más fundó otras en Buenos Aires (1940), Mendoza, Tucumán, Mar del Plata, Jujuy, Chilecito (La Rioja) y el departamento de cerámica de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de La Plata.

Fernando Arranz, murió en Buenos Aires e 7 de junio de 1927.



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Abraham Giovanola. Uno de los primeros escultores en la ciudad.



Monumento a la Primera Junta


Después del acto oficial del 19 de noviembre de 1882, empezó la verdadera tarea de materializar lo establecido en la ley de Fundación de La Plata. La ciudad fue tomando forma en medio del campo, de la mano de obreros, constructores, artesanos y artistas, mayoritariamente extranjeros. El grueso provenía de Italia, después seguían los españoles y luego franceses, alemanes, suizos, ingleses. Ellos también aportaron su oficio aprendido en el viejo mundo, trabajo y cada uno con su talento. Uno de ellos fue un escultor llamado Abraham Giovanola

Giovanola había nacido en Milán en la década del 50 del siglo XIX. Una vez casado con Cecilia Denaro, una maltesa hija de marinos se radicaron en Génova donde nacieron sus tres primeros hijos y en donde aprendió y comenzó a ser reconocido como escultor. 

En los años 80 ante la convocatoria hecha por el Gobierno de artesanos y obreros para trabajar en la nueva Capital se embarcó con los suyos hacia la Argentina. Ya tenía 3 hijos, el cuarto nació durante la travesía y ya instalado en La Plata nacieron tres más. Dos de ellos, Cayetano y Francisco  trabajaron con su padre en las obras escultóricas que Don Abraham legó a nuestra ciudad. 

Los Giovanola se instalaron en el corazón platense, en calle 50 entre 9 y 10, en una gran casona de dos pisos. En la planta baja tenía su taller y la familia vivía en los altos.

Uno de sus descendientes cuenta que:

 "Abraham era un típico bohemio que descansaba en su mujer todo el manejo de la casa. Siempre vivió de la escultura y era un trabajador infatigable. Pero todas las tardes, con la puesta del sol, cumplía con un rito muy europeo y de artistas, compartir un vaso de vino. Sacaba a su perro, un enorme san bernardo, y caminaba hasta una vinería con mostrador de diagonal 73 y 47".

A su vez su bisnieta Gabriela Giovanola recuerda que:

"… en la familia siempre se dijo que era muy bondadoso y hasta excesivamente desprendido. De esos tipos que regalaban hasta el saco que llevaba puesto. Era poco afecto a las cosas materiales y jamás firmaba sus obras lo que habla de alguien sencillo, sin vanidades, que amaba su trabajo por sobre todas las cosas".

Agrega que es tradición oral de la familia que otros escultores le encargaban trabajos que él hacía, pero que firmaban los otros.

Las obras más conocidas que Giovanola realizó en nuestra ciudad son

  • Monumento a Garibaldi, en Villa Garibaldi, realizada en el año 1886; 
 
Monumento a Giuseppe Garibaldi
                    
  • La Virgen del Asilo Marín, realizada en mármol de Carrara;
  • Un busto a Dardo Rocha;
  • Una estatua de figura femenina titulada "Primavera" en mármol, instalada en el zoológico. Esta obra valuada en 500 mil dólares y fue robada en los años 90 y nunca más se recupero; 
  •  El águila de Plaza Italia, símbolo de la confraternidad argentino-italiana, que es de 1913;
    • Aguila que corona el Munumeno de Plaza Italia
                   
  • Tres fuentes en el mismo paseo, una en mármol blanco que presenta tres leones, otra representa un grupo de ángeles jugando con una valva marina y la tercera, un grupo de niños jugando con un ganso;
  • la estatua central de la Libertad realizada en bronce para el monumento a la Primera Junta, instalada en un principio en la plaza que llevaba ese nombre y que luego fue Plaza San Martín.

También trabajó también en edificios, frentes y cielorrasos de viviendas particulares.

Paralelamente a su trabajo artístico ejerció la docencia. Junto a otros colegas fundó en 1898 una Academia de Bellas Artes para la formación en escultura, pintura, decoración, talla en madera, litografía, cromolitografía, dibujo y también, caligrafía. Fue profesor del Centro de Bellas Artes y siguió trabajando en su taller, junto a sus hijos, hasta su muerte ocurrida en 1921.

Los hijos continuaron la tarea del taller y se destacaron en la realización de trabajos ornamentales estilo Art Noveau y fueron los autores de la Gruta del Bosque.


Fuente: Testimonios de su nieto Jorge Mieri y su bisnieta Gabriela Giovanola
Diario El Día. Edición del 4 de Noviembre de 2000.

martes, 25 de septiembre de 2012

Juan Serpentini. Músico erudito y popular.




Juan Serpentini nació en Recanati (Italia) en el año 1864.

Llegado a la Argentina vivió en La Plata donde desarrolló su profesión de músico y se desempeñó como  Director de Enseñanza Musical.

Entre sus obras es destacable el arreglo musical que hiciera del Himno Nacional Argentino la cual fue aprobada como versión oficial para las escuelas primarias por el  Consejo General de Educación de la provincia de Buenos Aires el 20 de octubre de 1908.

Fue autor de música académica entre la que se destacan dos “Preludios , “La Platense” obra para orquesta y “Caridad” cantata a tres voces iguales, solos, coros y orquesta. También ofició durante largo tiempo como organista de la Iglesia San Ponciano. 

Pero la mayor impronta en nuestra ciudad la dejó al musicalizar el Himno Oficial del Club Gimnasia y Esgrima La Plata escrito por el destacado jurista y escritor  doctor Délfor B. Méndez, uno de los socios fundadores de la sección fútbol de la entidad que fue estrenado el 9 de julio de 1915.

Julio Serpentini falleció en Buenos Aires en 1937.





HIMNO OFICIAL

I
Festejemos nuestros triunfos
con canciones varoniles
armoniosas y febriles
como los ritmos del mar.
Festejemos nuestros triunfos
con las sanas intenciones
de llegar a ser campeones
solamente,
solamente por llegar.
II
En las luchas deportivas,
siempre fuimos vencedores,
defendiendo los colores
de la insignia nacional.
Embriagados de entusiasmo,
satisfechos de alegría,
derrochamos valentía,
con nobleza,
con nobleza sin igual.
III
Sin enconos ni altiveces,
siempre fuertes, siempre unidos,
por mens sana conocidos,
lucharemos sin cesar,
pues sin luchas no hay victorias,
y nosotros las queremos,
porque siempre padecemos
hondo anhelo,
hondo anhelo de triunfar!

viernes, 21 de septiembre de 2012

Hemeroteca. "El alma llena de estrellas" La Nación (2004)

El 6 de junio de 2004 se cumplían 100 años del nacimiento de Francisco López Merino. Por tal motivo Antonio Requeni publicó en el Diario La Nación el artículo que a continuación reproducimos. 



"El alma llena de estrellas"



Este año se conmemora el centenario del nacimiento del poeta platense Francisco López Merino (1904 - 1928). Su poesía intimista y melancólica era admirada por Jorge Luis Borges y Juan Ramón Jiménez. El temprano suicidio del escritor interrumpió una obra marcada por el lirismo y la belleza

En el paseo del Bosque de La Plata, próximo a la gruta y el lago, puede verse un busto del poeta Francisco López Merino, esculpido por Agustín Riganelli, con una inscripción en el pedestal que dice: "En la mañana buscó la noche". El busto se instaló en 1931, tres años después de la muerte del poeta (la inscripción fue redactada por Pablo Rojas Paz) y, simultáneamente con su inauguración, hubo un acto en el teatro Argentino en cuyo transcurso se presentó un tomo con la obra total de este poeta nacido el 6 de julio de 1904 -hace un siglo- que decidió poner término a su vida el 22 de mayo de 1928, un mes y medio antes de cumplir 24 años.

Cincuenta años después, su amigo, el escribano Juan Nicolás Rozos, nos narró cómo había ocurrido la tragedia. Esa mañana de mayo, cerca del mediodía, estaba sentado con Panchito -así lo llamaban los amigos- a una mesa del bar del Jockey Club, tradicional confitería platense. La charla discurría con serenidad cuando López Merino se incorporó y le dijo: "Voy hasta el baño". Segundos después se oía la terrible detonación. Rozos corrió hacia el lugar junto con otras personas y encontró al poeta tendido en el suelo, con la cabeza destrozada.

¿Cuál fue el motivo del suicidio? López Merino era un muchacho alegre y sociable, amigo de bromas (escribió algunos "epitafios" festivos aparecidos en la revista Martín Fierro). Pero, según Rozos, después de la muerte de su hermana mayor, afectada de tuberculosis, se volvió taciturno. Al dolor por la pérdida de la hermana, a la que dedicó varios poemas, se unía la sospecha de que él también padecía el mismo mal. Tanto es así que cuando se palpaba la frente para detectar una fiebre imaginaria, sus amigos, en son de broma, se ponían a cantar. Esos amigos habían consultado al médico de Panchito, el doctor Rodolfo Rossi, quien les aseguró que la única enfermedad del poeta era su hipocondría. López Merino tenía una novia, María Enriqueta Argüello -fallecida hace tres años-, que hacía entonces lo posible para aventar su aprensión, pero ni ella ni los amigos creyeron que Panchito podía llegar a matarse.
Jorge Luis Borges, que le dedicó dos poemas, escribió en el primero de ellos, incluido en Cuaderno San Martín (1929): "Si te cubriste, por deliberada mano, de muerte,/ si tu voluntad fue retener todas las mañanas del mundo,/ es en vano que palabras rechazadas te soliciten,/ predestinadas a imposibilidad y derrota./ Sólo nos queda entonces/ decir el deshonor de las rosas que no supieron demorarte,/ el oprobio del día que te permitió el balazo y el fin".

El profesor de literatura de López Merino en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata, Rafael Alberto Arrieta, escribió sobre los poetas que integraron lo que denominó la "Escuela de La Plata": López Merino, su cuñado Pedro Mario Delheye, Héctor Ripa Alberdi y Alberto Mendióroz. Todos murieron antes de cumplir los treinta años y a todos los unió una común admiración por la estética simbolista de Francis Jammes, Samain y la primera etapa poética de Juan Ramón Jiménez, así como la obra de algunos autores belgas -Rodenbach, Elskamp- leídos por mediación de Delheye, que tenía antepasados flamencos. Esos jóvenes encontraron una afinidad literaria entre los escenarios melancólicos descritos por los mencionados autores y las amplias avenidas silenciosas, flanqueadas de tilos, y los bosques con lagos artificiales de La Plata. Paisaje que experimentaban, según la definición de Amiel, como "un estado de alma".

Si bien esa atmósfera de voluptuosa ensoñación gravitó en todos los integrantes de la Escuela de La Plata, no pesó tanto en López Merino como para impedir que su voz alcanzara un acento propio. Su poesía, refinada e intimista, imbuida de delicado romanticismo, no se presenta envuelta en un aura crepuscular sino matinal, es de una tristeza fresca y luminosa ("Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas/ y a pedirme algún libro de versos en francés"). Sus hallazgos verbales transmiten un sentimentalismo acaso ingenuo, juvenil, junto a una conmovedora intuición ("el alma se me llena de estrellas/ cuando pienso que moriré"). López Merino, amigo de los poetas ultraístas de su generación, mantuvo una actitud de respeto por los cánones tradicionales del verso y escribió al margen de las rebeldías de la vanguardia; participó de esa corriente neoclásica y neorromántica que, prolongada en gran parte de la Generación del Cuarenta, ha sido y es aún subestimada por una crítica mayoritaria que prioriza, como valores supremos, la ruptura y la experimentación.

Francisco López Merino publicó en 1920, a los 16 años, un pequeño libro titulado Canciones interiores, Tono menor (1923), "Sugestiones de una balada" (1924), separata de la revista Nosotros en la que comentaba un poema de Ripa Alberdi, y Las tardes (1925). Como ya dijimos, en 1931, o sea póstumamente, se publicó su Obra completa, volumen que recoge las poesías de todos sus libros más una serie de "Ultimos poemas". En las páginas finales se transcribe un "Elogio de López Merino", de Pablo Rojas Paz, y versos dedicados al poeta firmados por Jorge Luis Borges, Ricardo L. Molinari, González Carbalho, Fernández Moreno, Pedro Miguel Obligado, Mary Rega Molina y Carlos María Podestá.

El doctor Héctor P. Lanfranco, que fue apoderado legal de Juan Ramón Jiménez en la Argentina, nos contó que el poeta de Moguer, al recibir en su casa de Madrid el libro Las tardes, enviado por su autor, quiso escribirle manifestándole su admiración, pero diversos compromisos fueron demorando la respuesta. La trágica muerte de López Merino, poco tiempo después, lo llenó de consternación y cuando viajó a la Argentina, en 1947, se trasladó un día a La Plata para depositar un ramo de flores en el busto del poeta.
Esos homenajes de sus contemporáneos expresaban una valoración de la que no participan, en general, los poetas actuales. Hoy son pocos los que leen a Francisco López Merino. ¿Pero es justo que la mudanza de gustos o de sensibilidad niegue o menosprecie a quienes fueron intérpretes de otras estéticas? Ya no se escribe, es cierto, como el joven suicida de La Plata; sus criaturas y paisajes sofisticados están lejos del espíritu de nuestra época, pero sus palabras continúan albergando una suerte de estado de gracia, un lirismo hecho de música y belleza que aún puede conmover a quienes, libres de prejuicios temporales, se acerquen a sus versos. .

Por Antonio Requeni (1)
Para LA NACION - Buenos Aires, 2004 




1. Periodista y escritor. Buenos Aires en 1930. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. Fue En la Academia Nacional de Periodismo coordina la Comisión de Publicaciones.










miércoles, 19 de septiembre de 2012

José María Rey. Un estudioso del urbanismo platense.




Prof. José María rey
Casi con la ciudad, el 10 de Diciembre de 1883, nace en La Plata el profesor José María Rey.

Inició sus estudios superiores en la Escuela de Dibujo de la Universidad Nacional de La Plata, cuando esta funcionaba en el Museo de Ciencias Naturales.

José María Rey se especializó en Urbanismo, profesión que desarrolló en la Dirección de Geodesia del Ministerio de Obras Públicas. Paralelamente ejerció la docencia durante más de 30 años en la Escuela Industrial Albert Thomas como profesor de Proyectos de Edificios y en la Facultad de Bellas Artes en las cátedras de Caligrafía y Matemáticas.

La ciudad de La Plata fue motivo de sus estudios los cuales dieron origen a numerosos artículos, monografías, conferencias y libros.

Entre sus principales obras se encuentran (1)

La ciudad armoniosa. (Conferencia pronunciada en el salón de actos de la Biblioteca Euforión, el 28 de octubre de 1939)

 Rapsodia de la representación en el arte
La política no fue ajena a las preocupaciones de Rey y como tal militó en la Unión Cívica radical siendo fundador del Ateneo de Estudios de los Grandes Problemas Nacionales de la Junta central de la UCR de La Plata.

El profesor José María Rey falleció el 26 de julio de 1945.

La Municipalidad de La Plata en el año 1958 por Ordenanza Nº 2208 impuso el nombre de José María Rey a la calle 30 de nuestra ciudad.


(1) Para quienes deseen consultar estas obras pinchando el enlace del título se accede a la nomenclatura bibliográfica de la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata