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La plaza San Martín nevada |
El sábado 22 de junio de 1918, por la noche, una intensa nevada comenzó a caer sobre La Plata y alrededores. En el Bosque llegaron a acumularse hasta 70 u 80 centímetros de nieve.
Un cronista del diario El día señalaba, en relación con el domingo a la mañana que:
"hasta se animaron en alguna calle jóvenes y niñas, a plagiar las batallas de nieve que habían hecho reír en los biógrafos. Se improvisaron artistas en muchos hogares".
"Bajo un viento sur arrachado -agregaba la crónica-, la nieve arremolinaba en turbiones en las calles y plazas. En la San Martín, por ejemplo, y en el inmenso descampado de la Moreno, los viandantes se hundían hasta la cintura. Las construcciones de la Catedral habían tomado el aspecto de una decoración fantasmagórica”
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'Las construcciones de la Catedral habían tomado el aspecto de una decoración fantasmagórica” |
Por la tarde del 28 de junio el Hipódromo desarrolló su reunión hípica habitual. A ella concurrió, como lo hacía con regular asiduidad, el pianista Agustín Bardi, "El Chino", y sus amigos Francisco Castello y Pedro Fiorito.
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Agustín Bardi |
Terminada la reunión se demoraron cenando en una parrilla cercana. Al finalizar emprendieron el viaje de regreso a Buenos Aires en el Ford a Bigote de Fiorito.
Saliendo de la ciudad, en el viejo camino Centenario llegando al Arco de Pereyra, el automóvil se descompuso y los tres pasajeros quedaron varados ante la imposibilidad de conseguir un taller mecánico a esas horas que los socorriera.
Para colmo de los males, al rato empezaron a caer los primeros copos de nieve. De modo que aquellos viajeros deberían estar entre deslumbrados por el inusitado espectáculo y, a la vez, molestos por el frío y el automóvil que no mostraba la mínima voluntad por volver a arrancar.
Bardi pudo haber experimentado cualquiera de las dos sensaciones o acaso ninguna, ya que estaba completamente abstraído, tarareando las notas de un tango que se le acababa de ocurrir.
La inspiración suele llegar cuando se le antoja y, a veces, no en el momento más propicio para crear una obra de arte. Pero así son las cosas.
La segunda parte de la historia ocurrió ya superado -no sabemos cómo, pero de alguna manera-, el inconveniente.
Agustín Bardi se encuentra, poco tiempo después, con su amigo y colega Eduardo Arolas, en el café T.V.O. del barrio de Barracas. Allí le narró lo ocurrido durante la nevada camino a la Capital, sin excluir el detalle del nuevo tango que se le había ocurrido y que aún no le había encontrado título.
Ni lerdo ni perezoso, “el tigre del bandoneón”, Arolas lo halló y resultó sumamente apropiado:
«Ponele "¡Qué noche!", Chino.»
"Que Noche" de Agustín Bardi por la Orquesta Típica Criolla
EL TANGO ES LO MEJOR... ESA MELANCOLÍA QUE SE BAILA... CARGADA DE ALEGRÍA Y AUTO IRRISIÓN... UN MANJAR DE LOS DIOSES...
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